Sonaba el despertador a las 5.30 AM de una apacible mañana de octubre; como suele suceder cuando se madruga para ir a pescar, independientemente de lo que hayas dormido, a la primera ya estás en pie vistiéndote con esa especial ilusión de ver que te va a deparar la jornada de pesca, lástima que no siempre retorna uno a casa con la misma alegría que en la ocasión que os voy a relatar en la siguiente entrada.
Soplaba poniente flojo, tendiendo a arreciar al mediodía a viento moderado-fuerte y a pesar de elegir una playa de levante, había buen presentimiento, pues días anteriores se sucedió un temporal de levante.
Llegué de noche aún y tras los primeros lances y como es habitual por esas fechas y la mar en calma, comenzaron a dar señales de vida la morralla junto con numerosos roncadores que ibamos sacando e intentando salvar, pues venían la mayoría embuchados a pesar de utilizar un nº2 de anzuelo.
Todo sucedía con tranquilidad las primeras horas, tras las primeras luces del alba la morralla comenzó su retirada y los cebos salían intactos. Pero ya con el sol por encima del horizonte, una caña empezó a curvarse violentamente y al igual que escasas semanas anteriores, comenzaba la lucha. Ya en el rebalaje pude ver que se trataba de un sargo de buen porte, pero con la mar plana e hilo fino y aún con la poca experiencia tenía el miedo en el cuerpo de perderlo cuando ya podía saborear la victoria, pero con paciencia pude ponerlo sobre tierra firme. Aunque ahí no acababa todo, aun con la satisfacción en el cuerpo y cebando para lanzar de nuevo, la otra caña imitaba a su hermana igual que lo hacía escasos minutos antes retorciéndose abajo y arriba sacando hilo. Allá iba sin caber en mi asombro, como si de un deja vu se tratara pude poner en seco otro sargo, éste aún más grande que el anterior.
Sin lugar a dudas este debía ser mi día y así lo fue, pocos minutos después la última caña que había saboreado los envites comenzaba a darme señal inequívoca que había un sargo al otro extremo del hilo, pero esta vez toda ilusión de meter un tercero en el cubo se esfumó cuando clavé, no con demasiada fuerza, pero el hilo del 0,18 llevaba demasiadas pesqueras y partió a unos 100 metros. No podía mosquearme por perder esa pieza, tan solo cambiar la bobina y meterle una con hilo del 0,40 pues no tenía otra.
Pensando que las anteriores picadas habían dado lugar a unos 130m, con este hilo no llegaría a los 100m pero no podía perder ese festín que habían decidido darse los sargos enfrente mía. Y efectivamente, no pasaron demasiados minutos, cuando esta caña con el 0,40 comenzaba a darme otra oportunidad de hacer el hatrick. Esta vez con más cuidado pude sacar y tener entre mis manos el mayor sargo de los tres de esa fantástica mañana.
Poco después, comenzó a soplar poniente fuerte como estaba pronosticado, la mar comenzó a rizarse y desapareció toda actividad, eso junto que aún hacía calor y la playa estaba llena de gente bañándose y tomando el sol, decidí recoger e ir a casa dando saltos de júbilo.
El peso de cada uno de los sargos fue de:
Sargo 1: 1,487 kg
Sargo 2: 1,233 kg
Sargo 3: 1,063 kg
Sargo 2: 1,233 kg
Sargo 3: 1,063 kg
Hasta la próxima entrada!